Un líder en la España actual necesita carácter, raza. Valentía suficiente para no dejarse llevar por un ambiente que pide lo facilón. Un ambiente poco exigente. Necesitamos ejemplos vivos, capaces de darse ante una causa, una misión, un objetivo. Que sepa utilizar con respeto una “ecología humana”, creando entornos respirables, creativos, donde poder crecer, trabajar, quererse. Si en algo se distingue el líder sano de hoy en día es en ésto: ser capaz de crear ambientes, entornos en donde se pueda hacer lo que es requerido, demandado por la organización, la sociedad. Ante una necesidad social, el líder es capaz de detectarla y reformularla en visión, una idea articulada donde poder dirigirse, algo atractivo, exigente, deseable, algo que mueva la voluntad liberrísima de las personas atraídas por la visión, dispuestas a dejar sangre, sudor y lagrimas por ver cumplida esa sociedad mejorada. En nuestra historia reciente podemos ver algunos ejemplos: cuando el recién electo JFK dice al pueblo americano “no te preguntes qué puede hacer América por ti, si no qué puedes hacer tú por América”, !Qué frase¡ Es el mejor ejemplo de exigencia, no de mensaje blando, popular. “¡He tenido un sueño!” con esta otra frase M.L. King espoleaba a una sociedad dividida por el color de la piel. Una sociedad que todavía vivía de espaldas a esa realidad, de que todos somos iguales, independientemente de nuestro color de piel, credo o posición social. Éste es un magnífico ejemplo, de cómo un líder espolea las creencias mas arraigadas del hombre para exponerles esa visión -he tenido un sueño- un mundo diferente, un mundo posible con el trabajo y esfuerzo de todos. El líder no dirige una masa o una movida. El líder aglutina en función de un ideal -que se fundamenta en una necesidad real o sentida-, y reconduce, ordena, dirige esa sociedad, haciendo que sus esfuerzos arriben en el puerto deseado.
Tener la sensibilidad para -saliendo de uno mismo- detectar las necesidades ajenas, tener el valor para intentar ayudar a satisfacerlas, comprometerse en la acción, huir de las propias ambiciones, dejar a un lado la soberbia siempre acechante y empeñar el corazón en la causa perseguida -pequeña o grande, igual nos da-. Tener la capacidad, de una vez sabido donde ir, organizar el viaje. Quién hace qué, cuándo, dónde, porqué. Y por último la humildad suficiente para la auto critica, propia en todo proceso de cambio.
Estas son cualidades del líder, líder que se forja de dentro hacia fuera.
Para este cometido no valen los que no saben decir que no. Los que se quejan permanentemente ante una contrariedad. Los que solo miran con envidia al vecino. Los que ven lo que va mal pero no son capaces de poner en marcha soluciones.
Necesitamos gente íntegra, de una sola pieza. Honesta y sin miedo a la verdad. Con la tan cacareada capacidad de servicio. Que aportan sin un permanente cálculo de lo que dan, para luego cobrárselo cuando tienen ocasión. ¿Qué ha sido de esos líderes éticos que daban ejemplo en las cosas más pequeñas y menudas?. El líder sabe de la importancia de las cosas pequeñas, de la grandeza que se oculta en lo cotidiano, en lo aparentemente rutinario y ahí vuelca su afán diario su carácter, su raza.
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